El amor incondicional significa amar sin condiciones, expectativas ni limitaciones. Es constante, duradero, y no depende del comportamiento o los logros. Acepta los defectos e imperfecciones y se basa en la aceptación, la empatía y la compasión.
Ahora, pregúntate de nuevo: ¿Estás amando a tus hijos incondicionalmente?
No estoy aquí para juzgarte. Si escribo esto, es porque me di cuenta de que no siempre he amado a mis hijos de forma incondicional.Cuando mis hijos se comportan como yo espero, les sonrío y los abrazo. Pero cuando no cumplen mis expectativas, me enojo y reacciono de maneras que se sienten muy alejadas del amor y la aceptación. Ahora entiendo que, cuando “se portan mal”, es justamente cuando más necesitan mi amor y aceptación. Su comportamiento es una señal de que les falta algo esencial.
Guiar vs. Controlar
No quiero decir que no debemos guiar a nuestros hijos—por supuesto que sí. Pero el verdadero reto está en cómo reaccionamos ante su comportamiento. En esos momentos, nuestras reacciones no se tratan de ellos, sino de nosotros.
Sí, la razón de un berrinche puede ser tan simple como que nuestros hijos tengan hambre, están cansados o necesiten atención. Ofrecerles compasión sin involucrarnos en su frustración beneficia tanto a ellos como a nosotros.A menudo, reaccionamos porque su comportamiento entra en conflicto con una creencia interna que nos incomoda. ¿Pero qué pasaría si hiciéramos una pausa y nos preguntáramos por qué nos sentimos molestas?
He descubierto que muchas de mis reacciones provienen de mi necesidad de controlar cómo se hacen las cosas. Pero a veces, dejar que mis hijos encuentren su propia forma de hacer las cosas me enseña maneras nuevas y más efectivas.
Rompiendo con los Viejos Patrones
Piensa en lo difícil que es ser tú misma en un mundo que exige aprobación constante. Ese patrón comienza en la infancia. Es nuestra responsabilidad ayudar a nuestros hijos a no caer en esa trampa.
Si el comportamiento de tu hijo te hace sentir incomodidad o enojo, haz una pausa y mira hacia adentro. Pregúntate:
- ¿Por qué me estoy sintiendo así?
- ¿De dónde viene esta incomodidad o enojo?
Las respuestas pueden sorprenderte. En mi caso, algunas provenían de frases que escuchaba como la de “Se hace así porque yo lo digo.” Otras veces, el malestar venía de mi preocupación por lo que los demás podrían pensar.
Por supuesto, si tus hijos están haciendo algo peligroso, actúa de inmediato—este proceso no pretende impedirte protegerlos. Pero si solo están intentando hacer las cosas a su manera, déjalos explorar. Podrías terminar aprendiendo algo nuevo.

Hazte Dueña de tus Emociones
Si ya reaccionaste con enojo, no pasa nada. Asúmelo, pero no culpes a tus hijos—algo que yo hice durante demasiado tiempo. En su lugar, pregúntate con compasión:
- ¿Por qué esa acción me molestó?
- ¿Estoy repitiendo patrones de mi propia crianza?
- ¿Qué necesidades personales estoy ignorando que me hacen sentir esta frustración?
A menudo, descubro que mi frustración proviene de necesidades insatisfechas—quizás no he dormido bien, no he pasado tiempo con amigas, o he descuidado mi cuerpo. O tal vez he asumido demasiadas responsabilidades o tuve que cambiar mis planes inesperadamente, como cuando tuve que recoger a mi hija de la escuela porque se enfermó.
El punto es: Mis reacciones no se tratan de mis hijos—se tratan de mí. En lugar de culparlos, ahora me enfoco en satisfacer mis necesidades con amor y compasión.
Tienes el Poder de Elegir tus Emociones
¿Qué pasaría si te dijera que puedes elegir cómo te sientes en cada momento?
¿Qué pasaría si te dijera que tus emociones están completamente bajo tu control?
¿Qué pasaría si te dijera que cómo te sientes determina el rumbo de tu día, semana o mes?
Tus emociones determinan la dirección de tu vida. Tú tienes el poder de decidir cómo te sientes—nadie más puede hacerlo por ti.A veces, nos encontramos en situaciones que preferiríamos evitar. Pero muchas veces, la salida es aceptar dónde estamos y sacar lo mejor de ello. Cuando dejamos de resistirnos, podemos soltar las emociones negativas y transformarlas en sentimientos que nos sirvan mejor.

Cómo Cambié mi Enfoque de la Crianza
Durante mucho tiempo, les gritaba a mis hijas por cosas pequeñas y al final del día me sentía terrible. Cargaba con culpa, tristeza y decepción, lo que solo atraía más razones para sentirme mal. La ley de atracción aplica a todo, no sólo al dinero.
Un día, me di cuenta de que lo había estado haciendo mal. Pensaba que ser una mejor mamá significaba ser más dura conmigo misma. Pero lo que realmente necesitaba era cuidarme y brindarme amor propio.
Si pierdes la paciencia en algún momento, no te preocupes. No te juzgues ni cargues con culpa. En su lugar, abraza a tus hijos, diles que los amas, y déjalo ir.
Sé Amable, Amorosa y Compasiva Contigo Misma, Mamá
Este camino comienza con amor propio y compasión hacia ti misma. Cuando te tratas con amabilidad, ese amor se extiende naturalmente hacia tus hijos—y se irradiará hacia todas tus relaciones.
Recuerda: Tú tienes el poder de elegir tus emociones, tus reacciones, y el tipo de mamá que quieres ser.
Con paciencia, amor y práctica, puedes transformar tu crianza y nutrir a tus hijos de la manera que más necesitan—de forma incondicional.
Deja un comentario